El fascinante encuentro de Alejandro Jodorowsky y Beatriz Preciado
- Laura Riera
- 17 may 2018
- 9 Min. de lectura
Escrito por Nausica Publicado en Sigue al conejo blanco (artículos)

"El intelecto no se debe estancar, si uno tiene y trabaja siempre con las mismas ideas, estas se convierten en tumores. El intelecto debe aproximarse y conocer ideas siempre nuevas como el mundo que está inmerso en un proceso interminable de cambio".
Palabras de la intro (presentación de Beatriz Preciado mediante la voz en off de Jodorowsky)
En esta entrevista encontramos a dos intelectuales inclasificables. Sus reflexiones, alegatos y teorías van más allá de cualquier convencionalismo y son imposibles de reducir a ninguna disciplina. Son dos titanes de la retórica que disponen de una mirada tan caleidoscópica y vívida de la realidad que les permite crear nuevos universos de reflexión y creatividad enormemente dinámicos.
Y... ¿quiénes son estos dos monstruos? Pues nada más y nada menos que Alejandro Jodorowsky (en este caso entrevistador) y Beatriz Preciado (entrevistada).
Empecemos por Jodorowsky. Tarea ardua la de simplificar una de las trayectorias más excéntricas e inclasificables que conozco, la de este poeta-performer-psicólogo-gurú-escritor-cineasta-filósofo y como él mismo se define en su programa de entrevistas, “periodista anárquico”.
Jodorowsky recorrió sus primeros pasos en su andadura creativa a través de la poesía y el teatro, pero no una poesía y un teatro convencionales, sino una poesía y teatro subversivos expresados a través de actos poéticos y el teatro del pánico al que me referiré luego. Algunos de sus actos poéticos más “extravagantes” fueron por ejemplo el de atravesar en línea recta la ciudad de Santiago de Chile con un compañero poeta sin desviarse de esta trayectoria por muchos obstáculos que aparecieran en el camino; otro consistió en recorrer la ciudad con un maletín agujereado repleto de monedas y crear un desfile de cuerpos doblados recogiéndolas a su paso (¿cómo el flautista de Hamelín hizo con las ratas verdad?). Otra performance al más pura estilo dadá fue en reinaugurar varios monumentos de la ciudad reescribiendo una nueva historia de ésta, una historia fantástica de la ciudad que el joven Jodorowsky y sus compañeros de “travesuras poéticas” tenían como ideal. Así, infinidad de actos poéticos que empezaron a hacer de Jodorowsky un personaje conocido.
En los años sesenta fundó un grupo llamado Teatro Pánico que no estaba formado solamente por actores o dramaturgos sino por estudiantes de bellas artes y otras disciplinas; de gente inquieta que quería experimentar una nueva vía de creatividad, reflexión y comunicación. Este teatro pánico realizó varios happenings y performances en los más diversos entornos: en urinarios públicos, en azoteas, en plazas, en sótanos, etc. Su objetivo era el de derribar la “cuarta pared”, nombre que en el argot del teatro se refiere a el distanciamiento entre los espectadores y los actores que están en escena; para el grupo pánico esta frontera debía dinamitarse y arrastrar al espectador a una mayor integración en el acto creativo, a una especie de catarsis que lo regenerara por dentro, que lo conmocionara y cambiara.
Intelectuales de todo tipo se unieron a estos actos, Roland Topor, escritor e ilustrador desconocido para el gran público, que, además, escribió uno de los librosque más me han marcado, El quimérico inquilino (novela corta en clave kafkiana y surrealista realmente terrorífica e inquietante), adaptada de manera magistral por Roman Polanski. En este multidisciplinario grupo encontramos pintores como Manuel Felguérez, que con su esposa, realizó el siguiente acto pánico: “decidió ejecutar a una gallina públicamente con el fin de confeccionar un cuadro abstracto con las tripas y la sangre del animal, mientras a su lado su esposa, vestida con un uniforme nazi, devoraba una docena de tacos de pollo”. También dramaturgos como Fernando Arrabal (colega con el que trabajó en la adaptación cinematográfica de uno de sus libretos, Fando y Lis, del que hablaré con más detalle al analizar la filmografía de Jodorowsky). Estos actos empezaron a tener una repercusión imparable y cada vez tenían más capacidad de convocatoria.
Algunos ejemplos son los siguientes: “Otra quiso aparecer como una bailarina clásica, con tutú pero sin bragas, y orinar mientras interpretaba la muerte del cisne. (…) Un muchacho vestido con esmoquin empujó hacia el centro del escenario una tina de baño cubierta con una toalla. Podía adivinarse que estaba llena de líquido. Salió del escenario y regresó llevando en brazos a una mujer joven vestida de novia. Sin soltarla, retiró la toalla: la tina estaba llena de sangre. Sin dejar de sujetar a la novia, comenzó a acariciarle los senos, el pubis (…) para acabar sumergiéndola en sangre. Se puso a frotarla con una víbora viva mientras ella cantaba una aria de ópera”. Muchos eran los que acudían a las manifestaciones pánico para expresarse o deshacerse de algún miedo, fobia, pesar o trauma, a partir de observar como el efímero pánico, la tensión psicológica que los performers sentían y lo aliviados que se quedaban después de realizar el acto.
Jodorowsky empezó a plantearse una nueva terapia psicológica: la Psicomagia.
Esta técnica también bebe de los chamanes, curanderos y personajes varios que poblaban y continúan poblando pueblos y aldeas de América Latina, auténticos prestidigitadores y creadores de estados de sugestión tan potentes que derivaban en verdaderos actos curativos. Esta guía chamánica (que recaería en Jodorowsky) se refuerza en la psicomagia con otras técnicas como el control de los sueños.
Este control onírico consiste en practicar hasta llegar a ser activo en los sueños, para poder descubrir la voz del inconsciente que se expresa mediante el discurso onírico. El inconsciente nos alerta de los temores, fobias, traumas y todo aquello que nuestra psique ha enterrado muy profundamente pero que es la causa subyacente de síntomas y trastornos psicológicos. Además de realizar este trabajo onírico y una vez descubierto el origen de los “fantasmas” que nos acechan en nuestro interior debemos realizar un acto purificador que nos libre de esta carga. Este acto purificador no tiene porque ser tan extremo como los actos mencionados con anterioridad pero si debe ser terriblemente contundente y honesto y sobre todo, normalmente debe realizarse en público, ya que las cargas de la psique habitualmente son causadas por conflictos con la familia o la sociedad. Evidentemente la psicomagia es mucho más pero para comprenderla o al menos intentarlo podéis acudir al siguiente libro Psicomagia ed. Siruela (edición de bolsillo muy cómoda y barata).
Vamos a cambiar de tercio y adentrémonos en sus numerosas incursiones en el campo de la realización cinematográfica. Sus películas están cargadas de su particular imaginario, a veces muy críptico y hermético; pero no temáis ya que cada espectador intuye, capta, entiende o genera una lectura diferente de aquello visionado, esta es otra de las grandezas de su cine, da a cada cual aquello que necesita, que encaje más con su sensibilidad o universo personal o aquello que precisa para que germine en él un proceso de cambio.
De su filmografía cabe destacar: Fando y Lis, El Topo, Santa Sangre y La montaña sagrada. La primera Fando y Lis (1968) es la que concentra varios de los puntos claves de la mirada del autor xileno.
Así empieza este filme:
(Un niño pasea junto a un hombre adulto):
Niño: si fueras un gran pianista y te cortaran un brazo ¿qué harías?
Hombre: me convertiría en un gran pintor utilizando el otro brazo.
Niño: y si te cortaran el otro brazo, entonces ¿qué harías?
Hombre: ¡me pondría a bailar!!!
Niño: entonces te cortarían las dos piernas ¿qué harías?
Hombre: cantaría.
Niño: y si te cortaran la garganta ¿qué harías?
Hombre: como estaría muerto con mi piel fabricarían un precioso tambor.
Niño: ¿y si lo quemaran?
Hombre: entonces me convertiría en una nube que adoptaría las formas más caprichosas y que regaría las flores y hierbas más bellas.
Niño: ¡muy bien, has ganado!!! Como te echaré de menos cuando no estés conmigo…
Fando y Lis nos relata el viaje de una pareja en busca de la ciudad perdida de Tar. Lis, la chica, es minusválida y Fando, el chico, la lleva con una rudimentaria silla de ruedas atravesando los parajes más inhóspitos, además de la silla únicamente llevan consigo un tambor y un gramófono. Esta ciudad mágica es donde: “serás gato, fénix, unicornio, niño y anciano”, “donde poseerás el sello de los sellos”, “donde tendrás la llave de todos los laberintos”, “donde conocerás el éxtasis y la eternidad”, etc. Los dos ansían llegar a Tar para ser felices, pero el viaje es muy largo y duro y está plagado de muchas tentaciones, pruebas y “seres malignos” que quieren separarlos, además los fantasmas del pasado los acecharan sin tregua… ¿conseguirán su objetivo? ¿Llegarán finalmente a Tar y encantarán la felicidad?...
A continuación disfrutad de la primera secuencia de la película donde conoceréis a Lis (interpretada por la mujer de Fernando Arrabal, dramaturgo que escribió el libreto en el que se inspira el filme) y donde podréis disfrutar de los títulos de crédito, amenizados con la voz en off del mismísimo Jodorowsky y un magnífico repertorio de grabados e ilustraciones (algunos de ellos de Gustave Doré en una de las ediciones más famosas de la Divina Comedia) tan mágicas como la misma “leyenda” de la ciudad de Tar.
El viaje os recordará al penoso descenso a los círculos del Infierno que Dante realizó con su compañero y maestro, el poeta Virgilio, en la Divina Comedia, ya que en muchos momentos el horror, el paroxismo y la locura se adueñan de los pobres protagonistas y del propio espectador que, al menos en mi caso, acaba exhausto al finalizar la película. Exhausto e inmerso en una catarsis que sin duda generará una semilla en su psique, en su interior…
Son tantas las imágenes, metáforas y símbolos que aparecen a lo largo del metraje que es imposible realizar una síntesis (además este no es el objetivo de este artículo). Simplemente decir a aquellos que amen a Buñuel, a los surrealistas, a los dadaístas, a la poesía, a la locura y a la genialidad que la vean.
A continuación os dejo otro pequeño fragmento de la película, en este caso es la delirante secuencia musical que se desarrolla en un cementerio al son de una canción mejicana llamada Qué bonito es un entierro.
Bueno, hasta aquí Jodorowsky. Vamos ahora a conocer a la otra mitad de este fabuloso diálogo, la filósofa Beatriz Preciado.
El último libro de esta autora Manifiesto contra-sexual (2002) ha causado una gran conmoción, la prensa gala (ya sabéis que muchas veces nuestros mejores intelectuales son más reconocidos fuera que en su propia casa) la ha calificado como una de las propuestas intelectuales más influyentes y provocadoras en lo que va de siglo. Es profesora de Teoría del género e historia de la sexualidad y de la performance en la universidad de París VIII y también ha colaborado con el MACBA en la organización de los seminarios Pornografía, pospornografía: estéticas y políticas de representación sexual (junio de 2003) e Identidades minoritarias y sus representaciones críticas (febrero-noviembre de 2004).
La filosofía de la cual es abanderada es la llamada filosofía queer, vocablo inglés que normalmente se usa como insulto para designar a las “bolleras”, “maricas”, “trans”, “mestizos”, etc. Ella parte de los grupos que en los años ochenta se reapropiaron este concepto como un espacio de lucha propio. Una lucha para alcanzar políticas de integración homosexuales en los Estados Unidos. Pero va más allá, no es una activista de las políticas de integración, es una defensora del transgénero, ella misma no se concibe ni como mujer ni como hombre, ella se auto construye, se auto modela a sí misma, ya que el género es un espacio plástico, no un espacio natural como el sistema ha querido hacernos creer; el género no se da una vez y para siempre, sino que es una construcción de la que evidentemente podemos ser activos y partícipes.
El sistema creó sobre todo a finales del siglo XIX una serie de construcciones sociales y políticas que normalizaban la heterosexualidad y patologizaban la homosexualidad y que también por supuesto asignaban el papel dominante y el poder al hombre y relegaban a la mujer al espacio doméstico y perpetuaban así la subyugación de la mujer al hombre, tónica habitual de los siglos anteriores. Estos roles y construcciones sociales y políticas sirven al mainstream para controlar, homogeneizar y sobretodo regular el sistema que une sexo con reproducción. Pero a partir de los años cincuenta toda esta manipulación empezará a resquebrajarse ya que la introducción de la testosterona y los estrógenos en el campo del control de la natalidad abrirá todo un nuevo mundo de posibilidades. Ya en las últimas décadas estos roles se han ido destruyendo pero es necesario otro paso más, hay que experimentar.
Y ¿Cómo se realiza esta experimentación? Utilizando la materialidad de los cuerpos, utilizando estas hormonas para que las mujeres tengan acceso a la masculinidad, aunque evidentemente esto es muy peligroso y es por eso que las mujeres no tienen acceso a la testosterona (hormona de la masculinidad), en cambio desde los 13 hasta los 43 años se receta a la mujer cantidades ingentes de estrógenos como medida contraceptiva. Eso es aceptable a pesar de los enormes cambios y efectos secundarios que esa hormona provoca en el organismo de la mujer, pero cuando una mujer quiere de manera libre experimentar con su cuerpo y su sexualidad aplicándose gel de testosterona (como hace la misma Beatriz) todos se llevan las manos a la cabeza pensando que está loca o pensando que ese es el primer paso hacía un cambio de sexo, hacia la masculinidad. ¡Pues no!!!! Simplemente es experimentación, uno puede hacer con su cuerpo lo que quiera.
Además un filósofo, como lo es Beatriz, debe buscar en lugares que no pertenecen al ámbito restringido de la filosofía, debe experimentar. Esta experimentación a título individual se complementa con talleres en los que un grupo de mujeres (biomujeres según Beatriz, ya que sus cuerpos han sido asignados a la feminidad pero son susceptibles y potencialmente mutables en la masculinidad) practican la masculinidad, desarrollando roles habitualmente asignados a la masculinidad. Para ella la testosterona debe ser utilizada como una droga política. Con ella no sólo se experimentan modificaciones en el propio cuerpo sino que actúa como una especie de cocaína sexual. Y como una remodelación de la propia biología, el propio cuerpo es un arma para la lucha política.
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